Trasfondos de Aljucer
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viernes, 31 de julio de 2020

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Trasfondo nº 111:

Fotografía de la Carretera del Palmar, a la altura aproximada de Muebles Paco Caballero, en Aljucer (año 2016)


Finales de julio de 2020. 

Parto de esta foto de Ricardo de hace un tiempo. Es una de las imágenes que concretan la dejadez que practicamos en este pueblo. Y la foto es de 2016. Se tardó mucho en que esto se limpiara. Y fue después de muchas protestas y de dar el follón. ¿No había una forma mejor de hacer frente a estos temas que son importantes para los vecinos y que se pueden solucionar con previsión y con una actitud de colaboración y la búsqueda de soluciones por adelantado?

Miro en las redes sociales en las que participan mis vecinos de pueblo, de Aljucer. 

En las cosas que suelen compartir, sólo recibo hartazgo, asco, decepción, agravios. Muy pocas veces  comparten algo positivo. 

Y yo, que soy de naturaleza más bien optimista me quedo bloqueado, sufro, me siento mal, me enfado, me pongo en su piel y comprendo lo que sienten y manifiestan, lo reconozco pero no comparto la respuesta. 

Entonces me siento un bicho raro, cosa habitual en mí, pues, me acostumbrado a sentirme así. 

El caso es que, en la mayoría de casos, las intervenciones que se vierten en tales foros son de queja, de buscar culpables, de señalar con el dedo, de buscar a quién culpar de la situación. 

Culpables hay, no voy a decir yo que no, pero no soy yo quién tiene la potestad de señalarlos. 

Con todo mi cabreo, mi rabia, mi dolor y mi decepción, voy a tratar de proponer. En la propuesta va algún dardo, pero es que no hay forma de proponer sin reconocer la realidad que tenemos. 

Empiezo por mí mismo. Yo me propongo tratar con el debido civismo, respeto y consideración a los vecinos de esta comunidad en la que vivo. Todo eso se concreta en tratar de respetar los horario de tirar las basuras, el no molestar ni hacer ruido a deshoras, el tratar de echar una mano al que lo necesite, el tratar de no difundir rumores ni culpabilizar. En fin respetar, en la medida que sea posible, siendo una prioridad por encima de fastidiar, molestar, crear división o problemas a mis conciudadanos. 

A esto le llamo yo tratar de ser coherente con mis valores. Comprendo que mis valores no tienen porqué compartirlos los demás, tampoco quiero imponérselos, pero si que creo que tengo un gran poder en mis manos, del que soy consciente y del que hago y voy a hacer usos para construir, para hacer algo en positivo. 

Sigo con otra esfera un poco más amplia. ¿Qué hacemos los grupos de personas? Si nos constituimos como grupos informales, grupos de amigos, vecinos o conocidos, ¿Seguimos manteniendo el valor del respeto y otros valores asociados, o nos dejamos llevar y empezamos a borrarlos? En este caso, creo que hay una mentalidad de comunidad, desde hace mucho tiempo, negativa, autodestructiva, como comunidad, anclada en valores que yo considero negativos, en el que la competencia, la desconfianza, la desconsideración a los diferentes, a los que piensan, sienten o viven de forma diversa, en ocasiones se convierte en un arma arrojadiza. Arma que lanzamos con soltura y con las que nos vamos haciendo heridas. Heridas invisibles pero profundas. 

Sólo si ese grupo de personas se proponen compartir tácitamente unos valores, en ocasiones, cambian las tornas, entonces se crea una corriente de querer compartir, de querer construir, de buscar el bien común...

En el caso de grupos de personas con cierta estructura, me refiero, en especial, al mundo asociativo local, sí que he detectado que hay ganas de compartir valores que transformen la comunidad, subrayándolos de forma tácita y trabajando por ellos. Pero, aún así, es un movimiento relativamente nuevo que apenas tiene diez años de recorrido y que tiene mucho camino por recorrer. 

Por tanto, hasta este punto, detecto que las ganas de hacer mejorar este lugar dependen de actitudes individuales y de grupos pequeños que se proponen tácitamente trabajar por cambiar las cosas. 

Si tratáramos de ser coherentes, entonces, exigiríamos, ya mismo, con nuestras propias acciones y formas de funcionar, aquello que cumplimos y que algunos no hacen. Pero también podríamos proponer medidas o posibilidades que nos piden compromiso y que nos exponen de cara a la comunidad. Y es aquí donde entiendo que está el fallo. Somos una comunidad demasiado agraviada, bastante reactiva, que hace las cosas cuando las sufre y no actúa previendo el futuro, tratando de afrontar los desafíos que, cada día, nuestra sociedad y convivencia nos presenta. No proponemos, no miramos buscando soluciones. Y si las hay, las criticamos sin respeto, tratando de desprestigiarlas y acabar con ellas. No hay, en términos generales, una actitud de contribución, no sólo de impuestos, sino también de valor, en forma de ideas, de propuestas, de maneras de ver las cosas y de desarrollarlas, en diagnósticos, en diálogos. 

Las conversaciones se dan, en ámbitos privado, y no en un tono generador, en muchas ocasiones, pero no llegan a un lugar adecuado en el que se transformen en una realidad que ayude cambiar esta realidad que nos rodea, que es nuestra y que parte, en primer lugar, de nuestra responsabilidad. 

De tal modo que, los problemas que detectamos, tratamos que los demás nos lo solucionen, sin involucrarnos en la solución de los mismos. Y si existe esa falta de compromiso vinculada, según mi opinión, a intereses más particulares que generales, entonces no encontraremos un espacio en el que proponer soluciones a los problemas, temas y retos que, repito, tenemos, a demás de como ciudadanos, como comunidad. 

Abramos el objetivo entonces. Busquemos un foro en el que todos estemos representados como ciudadanos. Sin duda, hay uno: la Junta Municipal. Y la Junta Municipal es una concreción de la división, del individualismo, del conformismo que practicamos con asiduidad. 

Con esta institución tenemos un reto, algo que no se soluciona en un día, pero que es preciso abordar en algún momento. Tenemos una Junta Municipal conformada por 9 miembros. Nueve personas del pueblo que muchos no conocemos que están ahí. Que hemos elegido indirectamente, pues hemos elegido sus siglas, pero no a la persona y lo que puede aportar, pues, en la mayoría de los casos, no han propuesto un programa concreto y comprometido de acciones que abordar en ele presente, partiendo del pasado y con visos de futuro. En este caso, la política, aparte de las características personales de cada uno, acelera este proceso de desunión, de nulo interés común y de confrontación. Una institución dividida, en el que las siglas han servido de barrera y excusa para no trabajar en común.  

Desde mi punto de vista, la Junta Municipal debe ser un órgano en el que sus 9 miembros trabajen juntos, como uno solo, atendiendo a las necesidades del pueblo, por encima, de sus planteamientos ideológicos de partida. Que genere diálogo y debate, que canalice, propugne e incentive la participación ciudadana, comprometiéndose con los vecinos y luchando con las instituciones pertinentes para conseguir hacer de este lugar, un lugar mejor. 

No es eso lo que veo. No es esa mi percepción, quizás me equivoque. Veo una junta de nueve personas muy poco conocidas por los vecinos del pueblo, atrincherados en sus siglas, que no están centrados en conocer los problemas del pueblo, ni hacer efectiva la participación de los vecinos, ni luchar en Murcia o donde haga falta por mejorar los distintos aspectos de la vida de los aljucereños, (infancia, juventud, mayores, servicios sociales, urbanismo, cultura, festejos, sanidad, educación, limpieza...); y si se hace, se comunica muy mal, porque yo no me he enterado, y eso que yo le pongo mucho interés y trato de informarme... 

Porque, también, partiendo desde mi forma de ver las cosas, el Ayuntamiento de Murcia como tal, no está interesado en los temas que a los que vivimos en esta pedanía nos preocupan. Quizás porque no se los hemos comunicado con claridad, quizás porque no lo hemos hecho con la rotundidad, ni urgencia, ni firmeza, ni la actitud que se necesita para hacerlos conscientes. Pero es un proceso que necesita de una fortaleza, cohesión y apoyo social que provenga de la comunidad que, ahora mismo, no se da. Y eso nos hace débiles como pueblo. 

Por tanto, con este panorama en el que hace falta que todos participemos y nos comprometamos, en el que no dejemos pasar según qué cosas, desde el respeto y desde la aportación cívica y ciudadana, construyendo, por el bien común, y que, en general, no hacemos, ¿Ahora queremos que se solucionen las cosas y se solucionen rápidamente? 

No hemos hecho los deberes, no los han hecho los demás tampoco. Creo que tenemos mucho que mejorar y mucho que aportar. Quizás alguna vez nos lancemos a mirarnos y a cuestionarnos las cosas y tratar de cambiar la forma que tenemos de percibir y de participar como ciudadanos. 

Yo no tengo muchas esperanzas, pero si no comparto todo esto contigo, reviento. Creo que no vayamos a salir de esta bien ni en poco tiempo, así que me trabajaré la paciencia y la gestión de emociones. 

Gracias por llegar hasta aquí. Eso significa que lo has leído todo y te ha interesado mínimamente. 

A ver si podemos hacer algo... 

Ginés Marín Iniesta 
 
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