Trasfondos de Aljucer
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lunes, 7 de julio de 2014

Vigías de la salud en Aljucer

Trasfondo n º 29

Centro de Salud de Aljucer, en la calle Iglesia 



Tremendo Centro de Salud de Aljucer. Tremendo en tamaño, tremendo en prestaciones. Aunque no sabemos si demasiado tremendo. 

La foto que nos propone Ricardo en esta ocasión, permite hacernos una idea de lo enorme de esta obra. Una obra bella, muy equipada, espaciosa. Este bonito edificio, es el punto de partida de nuestro trasfondo de hoy. 

Partiendo de esta base, de que a nosotros nos parece una obra bien hecha, sin embargo, nos parece un edificio poco aprovechado. Nos parece un edificio mal proyectado, pues no recoge espacio para albergar el volumen de coches y de gente para el que está destinado y supone un desacierto con el resto de entorno urbano, pues es un edificio sin "aire". 

Su gestión no es cosa nuestra, sólo deseamos que sea una construcción útil, viva, bien usada, fuente de salud. 

Es la excusa perfecta para asomarnos al tema de la salud en Aljucer, en su historia, que es adonde queremos llevaros con este trasfondo. 

No hace ni 150 años que en Aljucer batallábamos con serias enfermedades, cólera, gripe, difteria, viruela..., son sólo algunas de las temibles epidemias que asolaban la huerta en el siglo XIX y principios del XX. 

A diferencia de la actualidad, los medios para atajar estas amenazas eran mucho más modestos y mucho menos efectivos, si es que llegaban. 

Os queremos acercar esta realidad tan diferente a la actual por medio de unas noticias en la prensa que hablan de los estragos de la enfermedad y de los medios que se empleaban para atacarlos. 

Empezamos por esta larga noticia: 

El Diario de Murcia - Murcia 28/06/1885 - Página 2:

"CEFERINO.

Titulamos así este comunicado, porque con sólo este nombre, sabe toda la huerta del Mediodía de Murcia, de quien se va á hablar.

Sr. Director de EL DIARIO:

Muy señor mío: Con mucha oportunidad, (como todo lo que V. dice), ha declarado en su ilustrado periódico, que «la gloria, tanto en estas tristísimas circunstancias, como en otras mas halagüeñas y consoladoras, son para quien la gane», y en verdad Sr. Director, yo, abundando en los mismos y equitativos sentimientos que V., y deseoso á la vez, de hacer públicas las grandezas de corazón y humanidad, no puedo por menos de confesar, que en este pueblo de Aljucer, la está ganando valerosamente el Sr. D. Ceferino Martínez Cárceles, a quien de labios del joven e ilustrado Doctor D. José María Castillo, hemos tenido el placer de oír elogiar su tratamiento, empleado son los coléricos de este pueblo y su partido.

Réstame solo decirle Sr. Director, que de una infinitud de coléricos graves, á quienes ha asistido el mencionado Señor Martínez, de este partido, y de fuera, han fallecido muy pocos, y algunos de estos pocos, ha fallecido por descuido verdaderamente de las familias de los pacientes.

También debo hacer mención Sr. Don José, del joven D. Blas Galián González, que está ayudando con gran acierto al Sr. Martínez, en esta heroica y meritoria jornada, demostrando una vez, su grandeza de ánimo, y las espacialísimas condiciones que posee en la «ciencia de curar».

¡Gloria, pues, á estos héroes de la caridad, que desinteresadamente, se sacrifican en bien de sus hermanos!

Creo cumplir un deber de justicia, publicando los nombres, de estos valientes soldados de la ciencia, suplicándole, dé cabida en las columnas del DIARIO que con tanta sensatez dirige, por lo que se repite de V. atento amigo y s. e. q. e. m.

ANTONIO S. Avilés

Aljucer 25 Junio 1885.

Ceferino.

Aquel Ceferino, de quien hablamos, no hace muchos días, con elogio, falleció anteayer, víctima del cólera. Su esposa le ha seguido á la tumba á las pocas horas.

Dejan en el mundo doce hijos en la miseria.

Ceferino ha sido muchos años, por sus conocimientos prácticos de medicina, consuelo y auxilio de los partidos rurales de Aljucer, la Alberca, San Benito y otros, cuando en estos partidos no había médico municipal. En el pasado mes ha asistido á multitud de coléricos, salvando á muchos; en el mismo día que cayó en el lecho de muerte, había visitado a cuatro muy graves. Ha muerto, por tanto, después de la pelea, mejor dicho, en la lucha misma. Sus méritos, sus grandes servicios, y sus virtudes podemos y debemos recompensarle en sus pobres hijos.

Se los recomendamos al señor Obispo, al Sr. Gobernador, al señor Alcalde y demás autoridades, y los recomendamos además á los partidos de la huerta en que Ceferino ha hecho tanto bien. Los amigos de este malogrado padre, deben recorrer los partidos pidiendo de puerta en puerta, no una limosna, sino la pobre recompensa de los afanes del padre para alivio del luto de sus hijos.

Doce huérfanos.

Parece providencial el hecho que vamos á referir, si se relaciona con las últimas líneas.

Si fuera posible trasplantar un hogar, y llevar á Vinaroz los hijos de Ceferino, estos habían encontrado nuevo padre, al día siguiente de perder al suyo muy amado.

Pero no es posible. De los hijos de Ceferino es mayor una joven bellísima de veinticuatro años, honor de Aljucer y su partido. El único varón tiene cuatro ó cinco años. Tienen ahí, en ese fértil rincón de nuestra huerta, su familia, sus cariños, sus amigos y sus esperanzas: querrán ellos ahí un pedazo de pan, mejor que en cualquier otra parte la hartura y el regalo. ¡Si no fuera por esta ley providencial!

Ayer recibió el gobernador de esta provincia, una carta suscrita por D. J. L. Blaucon, de Vinaroz, el cual manifiesta, que no teniendo familia, desea adoptar como hijos á doce huérfanos, á quienes, con la protección de Dios —dice él— dará en su casa, sustento, instrucción y cuanto necesiten hasta que aprendan un oficio y puedan ellos ganarse la vida.

Esto es grande y hermoso y digno de alabanza. No faltarán al Sr. Blaucon niños que adoptar, pues han quedado muchísimos huérfanos, y no faltándoles de estos seres desgraciados en quienes ejercer su caridad, tampoco han de faltarle ángeles á la hora de su muerte, que no se la deseamos nunca."


En el contexto de finales del siglo XIX, son los médicos rurales, junto a los servicios que prestan los médicos en los hospitales de la ciudad de Murcia, los que auxilian a los habitantes de la huerta. Estos médicos eran ayudados por personas, que querían echar una mano ante las calamidades sanitarias.

Unos de ellos, el nombrado Ceferino Martínez Cárceles, es una de esas personas que trató de auxiliar a la población en los estragos de las inundaciones que producían, en muchas ocasiones, brotes de cólera, por el mal estado del agua. 

Otro, Blas Galián, vecino de Aljucer, también echaba una mano en las tareas de los médicos en la zona de la huerta cercana a Aljucer. 

Un ejemplo de médico rural es Luis Conejero y López. Fue médico en Sucina y su área de influencia. Posteriormente, es médico en San Pedro del Pinatar. Durante su estancia allí se casa en Cartagena con Emilia Sánchez, hija de una acaudalado comerciante.  

Durante la década de los años ochenta, abre una consulta para enfermedades de la vista en la Calle Pinares de Murcia. A principios de la década de los noventa se convierte en médico de Aljucer y de la zona del sur de la huerta en general. 

Os dejamos unas noticias que recogen su quehacer...


El Diario de Murcia - Murcia 19/06/1890 - Página 3:

“D. Luis Conegero, médico titular rural del 5º distrito manifiesta que no habiendo encontrado casa ni en Nonduermas donde está acordado viva, ni en la Era-alta, pide autorización para vivir en Aljucer donde ha encontrado casa a propósito para el y su familia”


El Diario de Murcia - Murcia 12/11/1891 - Página 3:

"Por la alcaldía se ha interesado de D. Luis Conejero, médico del partido de Aljucer, manifieste si habrá o no perjuicio para la salud pública con que continúen los enterramientos en el cementerio de la Puebla de Soto."


El Diario de Murcia - Murcia 21/06/1893 - Página 3:

"Anteayer se practicó en el Pueblo de la Raya por nuestro amigo el distinguido médico de Aljucer Dr. Luis Conejero López, la amputación de la pierna izquierda por la parte superior del muslo á un individuo que tuvo la desgracia de caerse al fondo de un barranco.

En tan difícil operación le ayudaron el médico del Palmar D. José María Aroca y los Sres. D. Juan Antonio Parra y D. Blas Galián."


El Diario de Murcia - Murcia 13/03/1895 - Página 2)

"Un caso notable de difteria

El día 7 del actual fui avisado para asistir á una niña atacada de difteria, llamada Ana María Alburquerque Murcia, de 11 años, natural de Aljucer y con morada en la ermita de los Alburquerques: Como antecedentes de contagio 14 días antes fue invadido un hermanito suyo de 6 años, que tratado por el sistema homeopático, falleció á las 48 horas.

La enferma en el acto de la visita presentaba los síntomas siguientes:
39 grados 4 décimas de calor, 140 pulsaciones, respiración anhelosa, algún gangueo y facilidad en la deglución: hecho el reconocimiento faríngeo, me encontró con hiperemia de toda la cámara posterior y la presencia de una extensa membrana implantada en ambas amígdalas.

Sin pérdida de tiempo hice presente el caso á nuestro digno y celoso alcalde, el que dio en el acto orden para que se facilitase todo el suero necesario, trasladándome en unión de mis compañeros D. José García y García médico forense de la ciudad de Lorca, D. José Castillo y el practicante Sr. Murcia: todos convinimos en lo notable del caso, se hizo el diagnóstico diferencial con la angina herpética, la escarlatinosa, con el noma de la boca y con la estomatitis ulcero membranosa, no habiendo duda alguna de que se trataba de una angina diftérica gravísima, procediéndose inmediatamente á la inyección de 20 centímetros cúbicos de suero antidiftérico, operación que se hizo á las 7 de la noche del mismo día 7: al siguiente día á las 9 de la mañana su temperatura fue de 39 grados dos décimas: 136 pulsaciones, desaparece la hiperememia de la cámara posterior de la boca, no observándose nada notable en las placas; el mismo día y á las 4 de la tarde en unión de los médicos antes citados y del comisionado por el ayuntamiento de Bullas D. Francisco Puertas Sánchez, se le hizo otro reconocimiento, viéndose las placas rugosas, la temperatura 39°, 07 y 140 pulsaciones procediéndose á la segunda inyección de 15 centímetros cúbicos: la noche fue tranquila para la enferma, haciéndose mas fácil la respiración.

El día 9, á las nueve de la mañana, la temperatura observada fué de 37 con 7, se desprenden las placas quedando una ligerísima huella: á las 4 de la tarde aumenta la fiebre á 39°, y se le practica una tercera inyección de 10 cc. El día 10 por la mañana, (cuarto de enfermedad) apirexia completa, por lo que se le administró un gramo de sulfato de quinina; á las 4 de la tarde su temperatura fue de 38° insistiéndose en el antitipico: el día 11, no quedando vestigios de las placas, y solo el gangueo bastante manifiesto, fué dada de alta.

Resumiendo: que este caso ha sido de los típicos de difteria; que su curación se debe al suero Roux: que hay necesidad de intervenir con oportunidad, puesto que el suero cura la enfermedad, pero no la muerte, como la casa libra de la lluvia, pero no del rayo (Zimermank) y que en este país donde la malaria tiene carta de naturaleza es un factor importante la administración de la quinina.

Luis Conejero"


Es curiosa esta última crónica ya que está escrita por el mismo médico, Luis Conejero, que describe el procedimiento que han seguido para tratar de curar a una niña de la Ermita de los Alburquerques. 


El Diario de Murcia - Murcia 19/04/1903 - Página 3: 

"La viruela en Aljucer

Anteayer hubo cuarenta invasiones de viruela en Aljucer y una sola defunción, la de una mujer de treinta y ocho años.

Dicho día, vacunó el médico titular Sr. Conejero á 150, y mañana continuará la operación preservativa.

Se ha observado que la viruela no ataca á los niños de pecho y si cabe á los párvulos adolescentes."


Por último, la noticia sobre la viruela, da idea de lo importante que era la presencia de un médico en Aljucer para hacer frente a las distintas enfermedades de que eran afectados los habitantes de Aljucer. 

Desde entonces hasta ahora, han sido muchos los médicos que han pasado por el pueblo y que han dejado huella en las gentes aljucereñas, acompañándolos en sus dificultades en la enfermedad. 

Algunos de ellos no han logrado pasar el umbral del recuerdo, y han sido olvidados. 

Otros, como el Doctor Don José Gil Ortiz, es recordado en el callejero aljucereño, en el paseo, un lugar central de la localidad. 

Desde entonces, distintos emplazamientos sanitarios como el Consultorio Médico de la calle Gabaldón, pero siempre, gentes, en muchos casos, forasteras, que se han dejado la piel por luchar contra la enfermedad con los aljucereños.  

Sirva este trasfondo en homenaje a todas esas personas que han contribuido a recobrar la salud o a acompañar en la enfermedad a aquellos aljucereños que lo han necesitado, (médicos, practicantes, enfermeros, ats,..). 

Nuestro objetivo, llevaros del tan moderno Centro de Salud, a recordar a algunas de esas personas que fueron "pioneras" en la atención sanitaria en Aljucer. 

Esperamos que sigamos mejorando en este aspecto.

Gracias por seguirnos. 

Ginés Marín Iniesta 


 
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