Trasfondos de Aljucer
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viernes, 8 de mayo de 2020

¿Que más hace falta?

Odnofsart n ° 5


Desde hace algún tiempo estamos inmersos en una profunda crisis sanitaria mundial, lo que conocemos usualmente como una pandemia.

Actualmente nuestra sociedad está sufriendo las consecuencias de una enfermedad epidémica, extendida en prácticamente todo el mundo, y que, por sus especiales características, puede llegar a infectar a cualquier individuo sea de la localidad, región o país que sea.

Una enfermedad llamada COVID-19, y provocada por el virus SARS-CoV-2, nos ha asestado un durísimo golpe a todos provocando, de momento, cerca de trescientas mil muertes y casi cuatro millones de afectados por todo el mundo.

Se identificó por primera vez a finales del año 2019 en la ciudad china de Wuhan al diagnosticarse diversos casos de personas que padecían un tipo de neumonía desconocida y que alertó a las autoridades sanitarias.

Comprobaron que se transmite entre personas a través de las pequeñas gotas de saliva, conocidas como microgotas de Flügge, que se emiten al hablar, estornudar, toser o espirar.

Se difunde principalmente cuando las personas están en contacto cercano, aunque también se puede difundir al tocar una superficie contaminada y llevarnos, posteriormente, las manos a la cara, ojos o las mucosas. 

Su período de incubación suele ser de cinco días, pero puede variar de dos a catorce días, siendo los síntomas más comunes fiebre, tos seca y serias dificultades para respirar.

Las complicaciones pueden incluir la neumonía, el síndrome respiratorio agudo o incluso la sepsis.

Puede afectar a cualquier individuo, aunque también se ha podido constatar que los mayores niveles de riesgo están en las personas de edad avanzada y en personas con diversos problemas respiratorios.

Actualmente no existe una vacuna o tratamiento antivírico específico y la única forma de acometerlo es a través de la terapia sintomática y de apoyo.

Las medidas de prevención recomendadas incluyen lavarse las manos, cubrirse la boca al toser, el distanciamiento físico entre las personas y el uso de mascarillas, además del aislamiento y el seguimiento continuado a las personas sospechosas de estar infectadas.

Para evitar la expansión del virus, los gobiernos han impuesto diversas restricciones de desplazamientos innecesarios, cuarentenas, confinamientos, cancelación de eventos sociales y el cierre de muchos establecimientos.

La pandemia ha tenido un efecto socioeconómico disruptivo y los grandes mercados bursátiles de todo el planeta han sufrido caídas espectaculares causando una crisis socio-económica sin precedentes desde hace mucho tiempo.

El cierre de centros educativos, colegios y universidades en más de 124 países, está afectando a más de 2200 millones de estudiantes y ha provocado que todo el sistema educativo se haya tenido que reinventar para poder seguir impartiendo los temas de las diferentes asignaturas en los hogares familiares.

Un tercio de la población mundial se encuentra confinada, con fuertes restricciones de movimientos, lo cual ha conducido a una reducción drástica de la actividad económica y a un aumento generalizado del desempleo en muchos sectores de actividad.

Se han producido estrategias de desinformación y de mala información, las llamadas “fakenews” y se han lanzado multitud de teorías, sin fundamento científico, sobre el virus.

Han aumentado los incidentes de xenofobia y racismo contra ciudadanos chinos y de otros países del este y sudeste asiático acusándoles de trasmitir la enfermedad al resto del planeta.

Debido a la reducción de los viajes y al cierre de numerosas empresas, ha habido un descenso en la contaminación atmosférica, lo que ha dado pie a demostrar el efecto negativo que ejerce la sociedad sobre el medio ambiente.

En muchas ciudades del mundo hemos llegado a ver como algunos animales han regresado a las ciudades e incluso a hábitats que, en principio, solo estaban diseñados para el ser humano.

Estos son algunos datos que desprenden lo terrible que está resultando esta pandemia a pesar de los adelantos en materia de investigación sanitaria, que se supone teníamos, y que reflejan lo débil que es la sociedad actual ante un enemigo tan dañino que no distingue fronteras y ataca sin clemencia y criterio alguno.

Los gobiernos, como he dicho antes, están aplicando medidas drásticas para controlar la expansión del virus y los resultados, aunque muy poco a poco, están empezando a ver esa deseada luz del final del túnel.

En nuestro día a día se han incorporado, de manera cotidiana, una serie de elementos que están transformando nuestras costumbres y nuestro aspecto.

Ya no resulta tan extraño ver a personas semi ocultas tras sus mascarillas y guantes, y está siendo costumbre eludir, como si nos provocara repelencia, a todo aquel que transita y pasa a nuestro lado.

Pero, aun así, incluso a pesar de lo complicada que está la situación en todo el mundo y a pesar del terrible caos que ha provocado el virus a todos los niveles, todavía hay personas que se creen el ombligo del mundo y sienten que esto no va con ellos, que son más que nadie y se empeñan continuadamente en no respetar las normas de convivencia, de civismo y de educación.

Parecía que, ante un golpe como este, la sociedad iba a experimentar ese gran cambio esperado y llegar a darse cuenta de la importancia de la correcta convivencia y del respeto por los demás. 

Ingenuo de mí. Y me pregunto:

¿No ha sido suficiente ver los terribles momentos por los que están pasando todo nuestro personal médico, completamente desbordado ante la avalancha de afectados colapsando el sistema sanitario en todo el mundo?

¿No ha sido suficiente ver las imágenes terribles de los pasillos y habitaciones llenas de pacientes y cadáveres hacinados en los centros hospitalarios, o incluso las morgues que se han tenido que habilitar para albergar a los fallecidos?

¿No ha sido suficiente ver las lágrimas de médicos sobrecogidos ante el drama de tener que dejar morir, solos, a pacientes por no poder dar más de si ante la falta de personal humano y material?

¿No ha sido suficiente ver los miles de testimonios de personas que han perdido a sus seres queridos y no han podido darles el último adiós y han sido enterrados solos y abandonados?

¿No ha sido suficiente ver las fosas comunes que se han tenido que excavar para dar sepultura a cientos de personas que no han sido reclamadas por nadie?

¿No ha sido suficiente ver los miles de gestos solidarios, tanto de personas físicas como de empresas, que han donado y fabricado material de toda clase para ayudar en la medida de sus posibilidades?

¿No ha sido suficiente ver los datos de muertes diarias en todo el mundo?

¿No ha sido suficiente ver el esfuerzo humano de los cuerpos de seguridad del estado en mantener el orden en un país desconcertado?

¿No ha sido suficiente ver el continuo trabajo de los empleados de las tiendas de alimentación, comerciantes, transportistas y repartidores de material para que el país no se pare definitivamente?

¿De verdad que no ha sido suficiente?

¿¡¡Que más queréis!!?

¿Qué más hace falta para que la sociedad reaccione de verdad y deje de pensar en sí misma y mire hacia los demás?

¿Qué más hace falta para que empecemos a construir un futuro incierto y a reconstruir un presente desolado?

¿Qué más hace falta para que nos demos cuenta de que el sistema político no funciona en absoluto y sólo miran por ellos y por un puñado de votos?

¿Qué mas hace falta para que nos demos cuenta de que uno de los pilares básicos de la sociedad es la educación y la estamos dejando de lado?

De verdad, no quiero pensar que tenemos lo que merecemos, pero si tengo claro es que hay muchas personas que no merecen estar en esta sociedad.

En este artículo, la foto que lo ilustra es una triste escena que se repite, con demasiada frecuencia y en cualquier lugar.

Una escena digna de la mayor de las vergüenzas posibles que no hacen mas que definirnos por lo que somos; unos verdaderos irresponsables. 

La precisa fotografía, en este caso de mi compañero Gines Marín Iniesta ilustra, con un lenguaje visual muy acertado el hecho de que estamos destruyendo nuestro presente, nuestro futuro y desprestigiando nuestro pasado y nuestras raíces. 

Vergüenza nos tendría que dar arrojar al suelo de la vía pública cualquier objeto material, pero más vergüenza es arrojar material que, por su casuística, es peligroso de por sí para la sociedad y por ende para el medio ambiente.

O cambiamos drásticamente TODOS nuestra idea de país y de sociedad o al final la letra de un famoso tango argentino de Enrique Santos Discépolo va a resultar que será verdad:

"Que el mundo fue y será
una porquería, ya lo sé.
En el quinientos seis
y en el dos mil, también.
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
barones y dublés.
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo
todos manoseados.
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador...
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
Lo mismo un burro
que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón,
los ignorantes nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, Rey de Bastos,
caradura o polizón.
¡Qué falta de respeto,
qué atropello a la razón!
Cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón...
Mezclao con Stravisky
va Don Bosco y La Mignon,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera
irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia
junto a un calefón.
Siglo veinte, cambalache
problemático y febril...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil.
¡Dale, nomás...!
¡Dale, que va...!
¡Que allá en el Horno
nos vamo’a encontrar...!
No pienses más; sentate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao...
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley..."

Ricardo López Rubio
 
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